Colombia fue la invitada de honor de la 80ª Feria del Libro de Madrid, pero lo que parecía una oportunidad magnífica para refrendar la importancia de nuestra literatura en el mundo, se convirtió en un fiasco cuando esta distinción fue contaminada y distorsionada en su esencia con afanes políticos.
Dignos representantes nuestros como Laura Restrepo, Héctor Abad, William Ospina, Fernando Vallejo, Pilar Quintana, Piedad Bonnett, entre otros, fueron retirados de la lista de reconocidos escritores con la excusa insostenible de que solo se quería ver allí a los exponentes de la literatura neutral del país.
Ninguna manifestación literaria puede ser neutral. La neutralidad en las letras no existe. Quienes osan sostener esta hipótesis jamás habrán leído una novela, disfrutado de un cuento o vibrado con un poema. Veamos por qué:
Quien escribe imprime destellos de su alma en cada oración y en cada verso, porque el acto de escribir incluye la más profunda y noble de las catarsis. No importa qué tan ficcionales o realistas sean sus escritos, siempre habrá en ellos una postura, una opinión, una forma de pensar; lo que descarta de tajo cualquier posibilidad de expresión aséptica.
Mejor aún, cabe recordar que el círculo de la literatura lo termina de cerrar cada lector. En su cerebro la magia de las palabras cobra vida y se asombra, cuestiona, se inquieta, llega al trance y a la reflexión. Nada de eso se conseguiría con un escrito anodino, soso, como supongo sería el texto lamentable de la mal llamada literatura neutral.
Ni siquiera los cuentos infantiles son neutrales: en ellos las palabras se visten de pañales, pero no por eso son insípidas. Despiertan la imaginación, desbordan el entusiasmo, generan imágenes y sentimientos a favor de unos y en contra de otros de sus personajes.
Así que la desafortunada expresión de "literatura neutral" solo es posible en el imaginario de los afanes políticos, que al inmiscuirse en las artes y las letras generan ruido y provocan como mínimo risas y lamentaciones.